El pasado 20 de agosto, el combinado rojigualdo del deporte nacional por excelencia se proclamaba campeona del mundo ante nuestra histórica archienemiga: Inglaterra.
Dura poco la alegría producida por este hito logrado en tiempo récord, viéndose empañada por la actuación de un ente que puso de manifiesto su clara falta de ubicación en el espacio. En el tiempo.
Dura poco la alegría cuando el éxito obtenido pasa a un segundo, tercer, cuarto plano. Cae en el olvido y no se puede recuperar la emoción espontánea del momento vivido. Siempre que sus memorias se retrotraigan a este instante, no podrá evitar sabotearlas con el amargor de lo que después sucede.
La edad media de este combinado es de 25,21 años de edad. 25 años después del primer debut de la selección nacional, nacen las integrantes. 25 años después de su nacimiento, se alzan con el mayor galardón del fútbol internacional.
No se ha visto mayor y más rápida evolución en un periodo de 50 años si tenemos en cuenta la lista de obstáculos que han tenido que sortearse:
La discriminación en el deporte base: en sus equipos y en sus ligas. Los estereotipos, que crecen y se instalan como mala hierba. La falta de atención, de recursos, de inversión. La falta de oportunidades para los talentos. La falta de especialización.
El deporte es una pieza fundamental de la cultura y de la identidad nacional. Tiene la cualidad de influir poderosamente en la sociedad. Es capaz de unir así como de crear un abismo.
Y todo esto, se lo ha cargado un mierdas. Y encima, no tiene pelo.
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